Continuando con nuestras reflexiones sobre el Imperio de los Incas, o Tahuantinsuyo, es interesante conocer el estado general del imperio en los días anteriores a la conquista española, acontecida en 1532.
Desde los últimos años del gobierno de Huayna Cápac, se tuvieron noticias de "extrañas gentes" que desembarcaban y se reembarcaban por la frontera norte del Imperio (actual Colombia) en grandes embarcaciones que asemejaban "casas flotantes". Luego, meses antes de la muerte de Huayna Cápac (1528) se produjo en Tumbes un encuentro entre un español y un curaca local. El cronista Cieza de León refiere que en esta entrevista (1527) ante las preguntas en runasimi (quechua) del funcionario inca a Pizarro que ellos (los españoles) dedujeron que preguntaban sobre "de que tierra venian y cuál era su pretensión", Pizarro, que desconocia la existencia de los Incas y carecia de intérprete, respondió que "eran de España" y habian salido por aquellas partes para colocar "lo que hallasen" bajo sujeción del rey católico. Luego se reembarcaría y retornaría 4 años después, cuando el Imperio estaba atravesando una devastadora guerra civil.
Como resultado de esta tensa entrevista se tuvo la certeza de la intención hispana, que Huayna Cápac tomó con toda precaución, y como estadista que no dejaba nada al azar "estaba apercibido siempre de un buen Ejercito de la gente mas veterana y plática que en las guarniciones de aquellas provincias había, estando en la mira de lo que por la mar viniese" (Gracilazo).
Por desgracia, en aquel viaje de Pizarro (el segundo, 1526-27), al desembarcar en la costa norte del Imperio ya había dejado su más letal arma: la viruela. La epidemia se expandió rápidamente entre los indefensos indígenas, matando a cientos de miles de personas, incluyendo al propio Huayna Cápac, a su hijo el príncipe heredero Ninan Cuyochi y al comandante general de los ejércitos incaicos, el Gral. Michik.
Fue así que con esta especie de "guerra bacteriológica", las fuerzas invasoras habían dado, sin saberlo, el mas terrible golpe al Tahuantinsuyo: enfermedades que diezmarían a la población indígena con tanta mortandad como la peste negra, que arrasó con la mitad de la población europea del s. XV. Además al morir el Inca y su heredero, dejaban abierto el problema de la sucesión.
Con la muerte de Huayna Cápac se desató la guerra civil incaica por la sucesión del trono. En ese momento, perfecto para invadir, Pizarro y sus hombres desembarcan en Tumbes, en donde el curaca Chilimasa les ofrece fiera resistencia, como antes lo hiciera Tumbala en la isla de Puná. De ahí avanzan siguiendo el camino inca de la costa. Es en ese trayecto que Pizarro se entrevista con un emisario de Huáscar (pretendiente cuzqueño al trono inca), el curaca Huaman Mallki, padre del cronista Humán Poma. Allí establecen una colaboración mutua contra el "usurpador Atahualpa".
Hay que tener presente el contexto en que se produjo la entrevista para tratar de entender la actitud del emisario cuzqueño: La guerra civil aún no terminaba, y el Ejercito de Huáscar venía de sufrir continuas derrotas ante los generales de Atahualpa, cuyas huestes se aproximaban al Cuzco, habían ingresado ya a Vilcashuáman y puesto pie en el Apurímac. En esta circunstancia desesperada se concreto la alianza y Pizarro, astutamente le envió decir que iba en camino "para ayudar con la verdad y la justicia".
Es por eso cuando Pizarro captura en la emboscada de Cajamarca al inca Atahualpa, es celebrado por los remanentes huascaristas aún en pie de guerra, o mejor dicho, para los huascaristas, Pizarro "colabora" con ellos. Además varias etnias como los cañaris y chachapoyas se alían con los españoles con la intención de "recobrar su independencia". como resultado de esta coyuntura favorable, los invasores avanzan rodeados de numerosos aliados en pos del Inca.
Mientras tanto, Atahualpa, intrigado por las historias que hablaban de seres poseedores del rayo (arcabuz y artillería) y que montaban bestias poderosísimas jamás vistas, envió a su capitán Sikinchacra para que averiguara quiénes eran esos seres de tez blanca, pelos en la cara y que a veces iban acompañados de otros seres aún más asombrosos. Luego de observar todo, Sikinchacra regresó donde Atahualpa y le informó que los intrusos de ninguna manera podían ser dioses, pues "enfermaban y morían", además "eran flojos" y débiles: "no saben andar a pie sin cansarse, van montados en sus bestias y para subir cuestas los de a pie tienen que cogerse de las colas de sus bestias. Me bastarán 200 hombres para traértelos atados".
Este gran valor y confianza de Sikinchacra era producto de la victoria de su Ejército, el atahualpista, sobre el antiguamente poderoso Ejército cuzqueño huascarista. Lamentablemente, no se fundaba en un conocimiento del poder real de las armas europeas, pues de los arcabuces decía: "los tiros de fuego no llevan más de dos", y que se sabe que Pizarro disparó junto a él un tiro de artillería para asustarlo, "Mas el indio no mudó su semblante, antes mostrando el rostro constante el indio jamás se turbó", como explica la Crónica Rimada de 1540.
Fatalmente, Atahualpa no consintió que este valeroso capitán los atacara. El Inca, sintiendo curiosidad por verlos, especialmente para examinar sus armas y caballos, los dejó avanzar porque irónicamente los informes de Sikinchacra hicieron que se desprotegiera de los españoles. Ese exceso de confianza, unido a la emboscada y a una serie de ardides determinaron los trágicos sucesos iniciados en 1532.
Desde los últimos años del gobierno de Huayna Cápac, se tuvieron noticias de "extrañas gentes" que desembarcaban y se reembarcaban por la frontera norte del Imperio (actual Colombia) en grandes embarcaciones que asemejaban "casas flotantes". Luego, meses antes de la muerte de Huayna Cápac (1528) se produjo en Tumbes un encuentro entre un español y un curaca local. El cronista Cieza de León refiere que en esta entrevista (1527) ante las preguntas en runasimi (quechua) del funcionario inca a Pizarro que ellos (los españoles) dedujeron que preguntaban sobre "de que tierra venian y cuál era su pretensión", Pizarro, que desconocia la existencia de los Incas y carecia de intérprete, respondió que "eran de España" y habian salido por aquellas partes para colocar "lo que hallasen" bajo sujeción del rey católico. Luego se reembarcaría y retornaría 4 años después, cuando el Imperio estaba atravesando una devastadora guerra civil.
Como resultado de esta tensa entrevista se tuvo la certeza de la intención hispana, que Huayna Cápac tomó con toda precaución, y como estadista que no dejaba nada al azar "estaba apercibido siempre de un buen Ejercito de la gente mas veterana y plática que en las guarniciones de aquellas provincias había, estando en la mira de lo que por la mar viniese" (Gracilazo).
Por desgracia, en aquel viaje de Pizarro (el segundo, 1526-27), al desembarcar en la costa norte del Imperio ya había dejado su más letal arma: la viruela. La epidemia se expandió rápidamente entre los indefensos indígenas, matando a cientos de miles de personas, incluyendo al propio Huayna Cápac, a su hijo el príncipe heredero Ninan Cuyochi y al comandante general de los ejércitos incaicos, el Gral. Michik.
Fue así que con esta especie de "guerra bacteriológica", las fuerzas invasoras habían dado, sin saberlo, el mas terrible golpe al Tahuantinsuyo: enfermedades que diezmarían a la población indígena con tanta mortandad como la peste negra, que arrasó con la mitad de la población europea del s. XV. Además al morir el Inca y su heredero, dejaban abierto el problema de la sucesión.
Con la muerte de Huayna Cápac se desató la guerra civil incaica por la sucesión del trono. En ese momento, perfecto para invadir, Pizarro y sus hombres desembarcan en Tumbes, en donde el curaca Chilimasa les ofrece fiera resistencia, como antes lo hiciera Tumbala en la isla de Puná. De ahí avanzan siguiendo el camino inca de la costa. Es en ese trayecto que Pizarro se entrevista con un emisario de Huáscar (pretendiente cuzqueño al trono inca), el curaca Huaman Mallki, padre del cronista Humán Poma. Allí establecen una colaboración mutua contra el "usurpador Atahualpa".
Hay que tener presente el contexto en que se produjo la entrevista para tratar de entender la actitud del emisario cuzqueño: La guerra civil aún no terminaba, y el Ejercito de Huáscar venía de sufrir continuas derrotas ante los generales de Atahualpa, cuyas huestes se aproximaban al Cuzco, habían ingresado ya a Vilcashuáman y puesto pie en el Apurímac. En esta circunstancia desesperada se concreto la alianza y Pizarro, astutamente le envió decir que iba en camino "para ayudar con la verdad y la justicia".
Es por eso cuando Pizarro captura en la emboscada de Cajamarca al inca Atahualpa, es celebrado por los remanentes huascaristas aún en pie de guerra, o mejor dicho, para los huascaristas, Pizarro "colabora" con ellos. Además varias etnias como los cañaris y chachapoyas se alían con los españoles con la intención de "recobrar su independencia". como resultado de esta coyuntura favorable, los invasores avanzan rodeados de numerosos aliados en pos del Inca.
Mientras tanto, Atahualpa, intrigado por las historias que hablaban de seres poseedores del rayo (arcabuz y artillería) y que montaban bestias poderosísimas jamás vistas, envió a su capitán Sikinchacra para que averiguara quiénes eran esos seres de tez blanca, pelos en la cara y que a veces iban acompañados de otros seres aún más asombrosos. Luego de observar todo, Sikinchacra regresó donde Atahualpa y le informó que los intrusos de ninguna manera podían ser dioses, pues "enfermaban y morían", además "eran flojos" y débiles: "no saben andar a pie sin cansarse, van montados en sus bestias y para subir cuestas los de a pie tienen que cogerse de las colas de sus bestias. Me bastarán 200 hombres para traértelos atados".
Este gran valor y confianza de Sikinchacra era producto de la victoria de su Ejército, el atahualpista, sobre el antiguamente poderoso Ejército cuzqueño huascarista. Lamentablemente, no se fundaba en un conocimiento del poder real de las armas europeas, pues de los arcabuces decía: "los tiros de fuego no llevan más de dos", y que se sabe que Pizarro disparó junto a él un tiro de artillería para asustarlo, "Mas el indio no mudó su semblante, antes mostrando el rostro constante el indio jamás se turbó", como explica la Crónica Rimada de 1540.
Fatalmente, Atahualpa no consintió que este valeroso capitán los atacara. El Inca, sintiendo curiosidad por verlos, especialmente para examinar sus armas y caballos, los dejó avanzar porque irónicamente los informes de Sikinchacra hicieron que se desprotegiera de los españoles. Ese exceso de confianza, unido a la emboscada y a una serie de ardides determinaron los trágicos sucesos iniciados en 1532.
Definitivamente la buena suerte acompañó a los españoles en su empresa conquistadora, de no ser por la desunión de la sociedad inca o las armas más avanzadas con que contaban los españoles, la conquista no creo que hubiera sido tan fácil ... aunque era algo inevitable, si no era en ese momento de todas maneras hubiera sido después, ya que los incas aunque eran bastante inteligentes desconocían muchas cosas indispensables para una buena defensa.
ResponderEliminarUn saludo!
mmmmmmmmmm interesante
ResponderEliminar----> tkm KeNnY <---- aUnQuE No tlO DiGa kArA a KaRa
ResponderEliminarpaltean
ResponderEliminaresta reqetefeo
ResponderEliminareey guachooo!!!!!
ResponderEliminarestoi haciendo un trabajo practiico che!!
me re aburroo !!!
aguanten los rolling stones i la marihuana
el extasis y la heroina...
en general..aguante la droga...
ahora fumandome un porritoo
un saluudo a juanma locoo qe lo re quiero al pibe esee
juanmaaa te amooo
ResponderEliminarhello argentinaa!!
ResponderEliminarmy name is angie...
i'm from ee.uu..
i like ridding and run...hehe
john i love you he beathifull..!!
your visit in argentina
quetion: wath your name?