27 noviembre 2007

Un dia como hoy, Tarapacá

Un día como hoy, en el marco de la Guerra del Pacifico, se llevó a cabo, quizá, el primer enfrentamiento formal entre la infantería peruana y la chilena. Tras varias horas de incesante lucha el ejercito peruano logró una intrascendente victoria, la única que cuenta el Perú en el curso de la guerra, sobre su similar chileno.

Luego de la batalla de San Francisco, el ejercito chileno permaneció inactivo, como si estuviese clavado en sus posiciones, por espacio de cuatro días. El estado mayor chileno no salio de su inacción sino hasta la mañana del 24 de noviembre, enviando una pequeña fuerza de caballería e infantería a Tarapacá y sabiendo que el enemigo se encontraba provisionalmente acampado allí, en tan deplorables condiciones que hacen suponer que, incapaz de batirse, se habría necesariamente rendido ante la simple cercanía de una división enemiga por débil que fuese; su primera idea fue la de adelantarse inmediatamente e intimarle a la rendición.
Después, escuchando consejo más prudente, decidieron esperar -antes de intentar la empresa- los refuerzos que diligentemente pidieron y obtuvieron del cuartel general; y al amanecer del 27, con la completa confianza de hacer prisionero al enemigo sin disparar un tiro, se presentaron los chilenos sobre las alturas que dominaban la pequeña aldea de Tarapacá. Sus fuerzas los hacían ascender a casi 4 mil hombres, entre caballería e infantería, y ocho cañones.

En cuanto a los peruanos, no pasaban de 5 mil, de los cuales cerca de 3 600 se encontraban en la aldea misma de Tarapacá, y 1 400, a unos 45 km más allá, en Pachica, en marcha para Arica (estas fuerzas tardarían 6 horas en llegar al campo de batalla); de manera que las primeras seis horas del combate, comenzado cerca de las 9 de la mañana, fueron sostenidas únicamente por los 3 600 hombres que se hallaban en Tarapacá.

"El general Buendía llegó a contar en Tarapacá casi 5 mil hombres.... Tan lejos estaban de pensar que serían perseguidos, que el mismo día 26 mandó el General Buendía que marchasen adelante, por el camino de Arica, dos destacamentos de unos 1 400 hombres, y él quedó en Tarapacá con otros 3 600 que necesitaban aún una noche mas de descanso. Allí durmieron como en los días de mas perfecta paz, sin siquiera colocar centinelas avanzadas en los alrededores y sin sospechar que el enemigo se hallaba en las inmediaciones."(1)

En dirección a Arica, donde principalmente los empujaba la falta de vituallas, el hambre que los consumía desde hace días, los peruanos se habían detenido en Tarapacá con el solo objeto de hallar un poco de reposo mientras esperaban la quinta división de Iquique para entrar reunidos en Arica. Esta división, había llegado a Tarapacá, rendida y fatigada, la mañana del 26 y para concederle un día de reposo, se hizo salir adelante a una división de 1 400 hombres (la que se encontraba en Pachica cuando la batalla hizo erupción), aplazando la salida del resto del ejercito para las últimas horas del 27. Por consiguiente, esa mañana (la del 27), el pequeño ejercito del Perú se encontraba en la más completa desorganización, nadie pensaba en el enemigo que dejaban a sus espaldas, vivían en el mayor olvido de todo, sin avanzadas, sin patrullas y sin tener siquiera un centinela que pudiera avisarles de su llegada, como efectivamente sucedió en las primeras horas del 27, casi las 9 de la mañana, y la terrible Batalla de Tarapacá, estaba por comenzar.

El soldado peruano probó una ves más en la sangrienta lucha de Tarapacá, como en los tiempos de la guerra de la independencia, sus excelentes cualidades personales y lo mucho que se podría conseguir si tuviese una buena oficialidad. Sorprendido por el enemigo cuando menos se lo esperaba, casi encerrado en un foso sin salida, y cuando por sus excepcionales condiciones del momento, material como moralmente pues debía encontrarse tan débil de ánimo como de cuerpo, supo, no solamente salir del foso para ponerse enfrente del enemigo que lo dominaba y fusilaba a discreción, sino también combatir valerosamente durante largas horas y conseguir una victoria tan espléndida como inesperada.

Para obtener esto, no pudo contar más que con su valor personal, sostenido apenas por el ejemplo y la voz de un pequeño número de buenos oficiales. Sin artillería y sin caballería, de las que el enemigo estaba bien provisto, y sin plan de batalla (2), fue a buscar al enemigo hasta dentro de sus mismas posiciones, defendidas por ocho buenos cañones y por la geografía del terreno, y luchando cuerpo a cuerpo le tomó sus cañones y sus banderas, lo desalojó de sus posiciones y lo hizo retroceder varias millas en completa derrota. Es más, durante el desarrollo de la batalla, una división chilena se dirigió hacia el pueblo de Tarapacá, que estaba defendido por el batallón Guardias de Arequipa y la columna boliviana Loa (único contingente boliviano que quedaba tras la deserción de San Francisco), los cuales, tras una encarnizada lucha casa por casa, la rechazó y derrotó.

Sin embargo esta victoria, la única que cuenta el Perú en el curso de la guerra, no pudo en modo alguno mejorar la suerte en que se hallaba empeñada. La situación, después del triunfo, era aún más desesperada que antes; aún prescindiendo de la imposibilidad de mantenerse en Tarapacá sin vivieres, si el enemigo volvía al ataque, lo que era seguro teniendo en el próximo campo de Dolores cerca de 7 mil hombres, no hubiera podido responder a sus fuegos, ni aún con un solo disparo. Por consiguiente, el ejercito vencedor se vio obligado a continuar sin demora su marcha hacia Arica; mientras los desintegrados batallones chilenos, temerosos de ser atacados al amanecer, se alejaban a toda prisa del último campo de batalla, las victoriosas fuerzas peruanas, después de haber escondido bajo la arena los cañones tomados al enemigo que por falta de transporte no podían llevarse consigo, se ponían lentamente en camino, tristes y hambrientos en dirección a Arica.

Quedando dueño del desierto de Tarapacá, la posesión de cuyas fabulosas riquezas era desde hace tanto tiempo su sueño dorado, Chile se lanzó sobre ellas con toda la ansia de una inveterada codicia prodigiosamente crecida con el transcurso del tiempo. Se instaló en aquel territorio como en su casa; y a la par que los productos aduaneros, hizo suyos también todos los del salitre y el guano.

"No solo treparon sus soldados las fraguosas cuestas de los cerros, sino que arrollaron en tres embestidas sucesivas a los destacamentos más selectos del Ejército Chileno, conformado por jinetes, artilleros e infantes con lo último del armamento moderno. En diez horas de lucha incesante, y con tropas semidescalzas, integradas únicamente por infantería, los nuestros le causaron 852 bajas al enemigo, le tomaron 60 prisioneros y le capturaron 8 cañones. En esa batalla pelearon Cáceres, Bolognesi y Alfonso Ugarte, y fue el soldado arequipeño Mariano de los Santos, quien arrebata el estandarte del regimiento 4to de Linea chileno.
Mientras nuestras tropas se batían en el sur, abandonadas a su suerte por el Gobierno, no faltaban "patriotas", que a la hora de la prueba, corrieron a las legaciones extranjeras, acordándose que eran descendientes de europeos. Muchos de estos "extranjeros" ocuparían cargos públicos importantes acabada la guerra. Pero durante la misma cerraron la bolsa, sabotearon al Ejército y colaboraron con el enemigo. El Perú jamás fue para estos una Patria, sino tan solo un Patrimonio que se compra, vende o enajena. Por eso jamás comprendieron la Gesta de Cáceres desde Tarapacá hasta la Breña."(3)

(1) Barros Arana, Historia de la Guerra del Pacifico, pág. 171.
(2) Los peruanos, que carecían de sistema de vigilancia, fueron alertados por dos arrieros que casualmente se toparon con las columnas chilenas a distancia. Tan pronto tuvo noticia de esto, el coronel Cáceres mando tocar diana y organizó un consejo de guerra. En virtud que se carecía de un plan de contingencia para responder a aquella emergencia y tomando en cuenta lo precario de su posición Cáceres comprendió que sólo actuando decidida y rápidamente podría hacer frente a los chilenos con posibilidades de éxito.
(3) Carta de Abelardo Gamarra, veterano de la Breña, a Gonzales Prada.

26 noviembre 2007

De saqueo, robo y devolucion... (II)

Leyendo un post sobre la devolución de los libros y de las acciones a seguir ahora creo que es conveniente recordar que no solo de libros se trató el saqueo organizado que sufrió Lima, y el Perú en general, tras la desgraciada guerra del 79.

La antigua "Escuela de artes y oficios" de Lima, era un establecimiento de enseñanza técnica industrial que honraba a Sudamérica, no sólo al Perú.

En ese establecimiento, clausurado a consecuencia de la declaratoria de guerra y que estaba montado con máquinas modernas de toda especie, se fundieron casi todos los cañones de campaña que sirivieron para la defensa de Lima y para la resistencia armada en el centro y sur de la república, despues de la ocupación de la capital; circunstancia que prueba, por sí sola, la importancia de las diferentes secciones de la escuela. Pues bien, para que no quedara en pie un establecimiento que más tarde podía servir en la tarea de reorganización y progreso del país, se ordenó el desarme de las máquinas, la remisión a Chile de éstas y de todos los útiles y herramientas que existian, el saqueo del mobiliario y demás objetos que aún habían: el edificio quedó reducido a escombros.

El gobierno peruano poseía en Bellavista una gran factoría, cuya sección de modelos, simplemente, estaba valuada en dos millones de soles. su importancia era tal, que hasta de otros paises sudamericanos, inclusive Chile, encargaban numerosas y dificilísimas obras, con bastante frecuencia, al establecimeinto. Algún tiempo batalló el cuartel general entre dejar en pie la factoría, aprovechando de sus ingresos y servicios para obras nuevas y reparaciones de importancia, o mandarla a hacer compañia a las maquinas de la "Escuela de artes y oficios"; pero al fin venció la codicia, y la factoría integra fue trasladado a Santiago.

¿Algo habría de quedar? Sí, algó quedó; pero fue porque no pudo ser trasladado a Satiago o Valparaíso: la Universidad San Marcos, cuyos catedráticos dieron la mayor prueba de abnegación, desinterés y patriotismo, continuando en la noble tarea de dictar los cursos que tenían a su cargo, sin remuneración alguna, durante todo el tiempo de la ocupación. Pero nada habría de quedar incólume de la Universidad, ¡Imposible!. La facultad de medicina tenía un valioso gabinete de física, elemento de que carecía la universidad de Satiago, entonces hubo de ser remitido a Chile y allí aún debe permanecer.

Lamentablemente el arte no se salvo de tal expoliación, en el piso alto del Palacio de la Exposición y en análogo piso de la Biblioteca Nacional, estaban distribuidos el Museo y la Galería de pinturas. Uno y otro fueron remitidos a Chile, excepción hecha de la colección de retratos de virreyes, que fue trasladada al palacio de gobierno, y allí quedó. Psteriormente, y gracias a gestiones reiteradas, el gobierno chileno devolvió al del Perú el magnífico lienzo "Los Funerales de Atahualpa", obra del pintor peruano Montero.

La Exposición Nacional era un bellísimo paseo público que contaba con una buena colección zoológica y muchísimos objetos de arte y de valor, pruebas palpables del adelanto artístico e industrial del Perú. La parta alta del Palacio encerraba, también, riquísimas colecciones de diferentes clases, cuyo precio era incalculable. Cuanto de bueno, de bello, de útil, de valioso se halló allí, fue remitido a Chile, y lo que no pudo ser enviado, fue destruido sin compasión. Los parques de la Exposicion fueron arrasados, los caballos de las tropas chilenas pastaron en ellos.

"... llegó, sin emargo, a mi conocimiento que una cantidad considerable de aquellos objetos se hallaba guardada en bodegas y lugares ocultos pero que no me fue dificil descubrir, y ordené a la jefatura que los tomara e hiciera el correspondiente inventario. Accediendo a los reiterados pedidos que se me habían hecho desde Chile, resolví remitirlos a disposición del señor intendente y comandante general de armas de Valparaíso, dejando aquellos en cuyo embalaje y conducción no valía la pena de gastar.

El 20 de octubre (1881) envié por el vapor Chile la primera remesa de catorce cajones, y en 25 del mismo mes, por el Angamos, la segunda, compuesta de venticuatro bultos y varias piezas de mármol y de fierro. La tercera fue directamente a disposición de US. (el ministro de guerra y marina de Chile), por el transporte Amazonas, el 14 de diciembre, acompañada de una minuta en que se anotaba el contenido de doscientos veinte cajones, consistentes, en su mayor parte, en estatuas, figuras y jarrones, algunos rotos por haber permanecido largo tiempo aglomerados y en desorden..." (1)

"Muchos de los objetos pertenecientes al estado (Perú), entre ellos: un gabinete de física de la escuela de medicina; útiles, tipos y máquinas de la imprenta de El Peruano; biblioteca; mobiliarios y otros valiosos artículos habían sido ya remitidos a Chile, por orden de particulares (a la llegada de Lynch a Lima)...

...Según los principios del derecho internacional, el gobierno de Chile como bélico ocupante de estos territorios, tiene derecho a apropiarse de los bienes del enemigo y a percibir sus productos o valores de arrendamiento." (2)

Fue tal el nivel de la obra devastadora de Chile, que el gobierno de aquella república se vio obligado a decir al contralmirante Lynch, el 3 y el 4 de noviembre (1881):

"No permita US. que se deshagan obras que pueden servir a nuestro ejercito y que aquí serían inútiles. Los monumentos públicos deben ser respetados."

Merced a esta última imperativa se salvaron: la estatua de Colón, el monumento conmemorativo del 2 de mayo de 1866, la alameda de los descalzos, la estatua ecuestre de Bolívar y otros monumentos y paseos que ya estaban en vísperas de ser enviados a Chile, unos, y de ser destruidos otros.

(1) Segunda memoria de Lynch, tomo I, pág. 51 y 52.

(2) Primera memoria de Lynch, pág.148.

24 noviembre 2007

Cosme Damian de Churruca y Elorza



"Era un hombre como de 45 años, de semblante hermoso y afable, con tal expresión de tristeza que era imposible verle sin sentir irresistible inclinación a amarle. No usaba peluca, y sus abundantes cabellos rubios, no martirizados por las tenazas del peluquero para tomar la forma de ala de pichón, se recogían con cierto abandono en una gran coleta, y estaban inundados de polvos con menos arte del que la presunción propia de la época exigía. Eran grandes y azules sus ojos; su nariz muy fina, de perfecta forma y un poco larga, sin que esto lo afeara, antes bien parecía ennoblecer su expresivo semblante. Su barba afeitada con esmero, era algo puntiaguda, aumentando así el conjunto melancólico de su rostro oval, que indicaba más bien delicadeza que energía. Este noble continente era realzado por una urbanidad en los modales, por una grave cortesía de que ustedes no pueden formar idea por la estirada fatuidad de los señores del día, ni por la movible elegancia de nuestra dorada juventud. Tenía el cuerpo pequeño, delgado y como enfermizo. Más que guerrero, aparentaba ser hombre de estudio, y su frente, que sin duda encerraba altos y delicados pensamientos no parecía la más propia para arrostrar los horrores de una batalla. Su endeble constitución, que sin duda contenía un espiritú privilegiado, parecía destinada a sucumbir conmovida al primer choque. Y, sin embargo, según después supe, aquel hombre tenía tanto corazón como inteligencia. Era Churruca."

Efigie de Cosme Damian de Churruca y Elorza, muerto en pleno combate de Trafalgar, a bordo de su navio, el dos baterías y 74 cañones "San Juan Nepomuceno".

"Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto."


*Extracto de "Trafalgar", Benito Pérez Galdós.

19 noviembre 2007

Un dia como hoy, San Fransisco

Un dia como hoy, en el marco de la Guerra del Pacifico se efectuo el primer enfrentamiento formal entre los ejercitos aliados de Perú y Bolivia contra el ejercito invasor de Chile.

Desembaracado en Pisagua, punto intermedio entre Iquique y Arica, el ejercito chileno se proponía dos cosas: 1° Cortar toda comunicación entre los dos ejércitos de la alianza acampados en aquellas localidades; aisarlos el uno del otro y colocarlos de este modo en la imposibilidad de obrar de acuerdo o de socorrerse mutuamente; 2° Marchar sobre Iquique por tierra, a través del desierto y apoderarse de esta ciudad que era el centro principal del comercio salitrero del codiciado desierto de Tarapaca. Para poder conseguir su doble intento era necesario en primer lugar internarse con rapidez en el desierto hasta Dolores, localidad estrategica puesta sobre el camino que quería cortar al enemigo, el de Arica a Iquique, y que él mismo tenía que seguir àra ir a Iquique. Para esto uso el ferrocarril al que tuvo acceso desde Pisagua y sobre el cual rapidamente pudo apoderarse de Dolores y plantar allí sus tiendas, sin que nadie los molestase, y sin disparara un tiro, como en su casa.

Entretanto el ejercito peruano-boliviano que se había concentrardo en Iquique tras la toma de Pisagua, se encontró desde el primer momento en una situación muy comprometedora. Bloqueado por mar por la escuadra chilena, encerrado en medio de un desierto que carece de todo recurso, cortado por el enemigo el único camino, el de Arica, por el cual podía recibir socorros, abandonando sin provisiones de reserva por la incuria del Gobierno y de los directores de guerra, el ejercito aliado que se había reunido a toda prisa en Iquique, carecia casi de todo, y principalmente de viveres: los pocos sobre los cuales podia contar con alguna seguridad, bastaban escasamente para 15 o 20 dias a lo más.  Solo le quedaba un solo camino que seguir: el de marchar contra el enemigo, sea para echarlo del pais obligandolo a reembarcarse, sea en último caso para forzar el paso sobre él, e ir a buscar a Arica los medios necesarios para su subsistencia, despues de haberse puesto de acuerdo con el General Prado para combinar un ataque contra el ejercito invasor, aún cuando existia rivalidad e indisciplina entre los oficiales y los jefes.

El plan consitia en que el ejercito chileno fuese atacado simultaneamente, cogiendolo en el medio, por el ejercito de Iquique y por el cuerpo de 3 mil bolivianos que estaba en Tacna a las ordenes del presidente de Bolivia, General Hilarión Daza. Así establecido, Daza partio el 8 de noviembre hacia Arica,de donde partió rumbo a la batalla, pero habiendo llegado el 14 al valle de Camarones, en lugar de  continuar su marcha hacia el enemigo se enfrascó en idas y venidas de indecisión tristisima que terminarian con su regreso a Tacna. Temido por los chilenos, junto a su famoso batallón de los Colorados, su desercion no fue tomada como un acto de cobardía sino más bien como uno de traición, algo de lo cual nunca pudo resarcirse.

Mientras tanto el plan chileno consistia en esperar al ejercito aliado en la llanura de Santa Catalina, lo cual hubiera sido muy errado por no ofrecer ninguna ventaja de resistencia y llegando diseminado desde Dolores, entonces el enemigo lo hubiera encontrado en marcha, por fracciones, en una extension de varios kilometros. Lamentablemente este plan fue corregido al haber encontrado fortuitamente a dos mulateros de la alianza, los cuales les hicieron comprender lo errado de presentar batalla en Santa Catalina, el ejercito de los aliados, fuerte de 8500 hombre, podia llegar de un momento a otro a Santa Catalina, y despues de haber derrotado a la división de 2 mil hombres que se encontraba alli hubiera hecho lo mismo con todas las demas, a medida que fueran llegando, debido a esto decidieron a ultimo momento cambiar el plan de batalla y quedarse a la defensiva en el cerro de San Fransisco (que dominaba las alturas de Dolores) reagruparse y esperar el ataque de los aliados.
Fue sobre este cerro, una verdadera fortaleza militar natural, que los chilenos se atrincheraron a última hora, y fue contra semejante fortaleza que vino a estrellarse el ejercito aliado, completamente desmoralizado y falto de unidad no solo por el sueño, el hambre y la sed, sino tambien por la noticia de una nueva, ¿cual sería? pues era la de la fuga de Daza desde Camarones, no obstante se decidio  posponer la batalla  para el dia 20, debido al cansancio de la tropa. Ahora bien si el ejercito aliado habia decidido no presentar batalla hasta el dia 20, asi como el chileno por su parte habia resuelto no tomar la ofensiva hasta que no le llegaran los refuerzos pedidos, ¿como y de que manera sucedio que principiará el fuego tan inesperadamente las últimas horas del 19?. Según unos fue un plan de los bolivianos hostiles a Daza, para comprometer batalla y asi tener pretexto para desagregarse y regresar dispersos a Bolivia con la noticia de la huida de su General y recoger su legado. Sin embargo los hechos fueron que dos compañias ligeras de vanguardia (dos peruanas y dos bolivianas) escalaron el cerro fortificado junto a otras tres divisiones. Tres veces ganaron las alturas, bajo el mando de Ladislao Espinar, desalojaron a los artilleros apoderandose de los cañones bajo el fuego de las ametralladoras y de  una infanteria muy superior. Pero las fuerzas del ejercito aliado de Bolivia en completa dispersion, sin orden, rompieron un fuego mortifero para los aliados e inutil para el enemigo. Sin esperanza de recibir refuerzo alguno del resto del ejercito que permanecía de espectador del combate y bajo el fuego incesante a los que los sometia el ejercito boliviano, las divisiones peruanas comprometidas con la lucha fueron rapidamente diezmadas y aniquiladas.

Empeñada la batalla en un extremo de la linea de los aliados, por una sola division, mientras se habia decidido entrar en accion al dia siguiente, y en consecuencia sin plan, la division que inició la lucha rompiendo el fuego, fuerte de 1400 hombres, fue la única que entro en acción. Se da el caso de que la tercera parte del ejercito ataca, una otra tercera parte se mantiene estatica y la otra tercera parte se retira.

Por consiguiente, la batalla de San Fransisco no fué, como hecho de armas, mas que una simple escaramuza, una simple tentativa aisalada de una sola division del ejército peruano-boliviano contra el de Chile; el cual no hizo mas que defender con su artilleria sus casi inexpugnables posiciones, de tal manera que cuando terminó el breve e insignificante combate, creyó que aquel no había sido mas que un reconocimiento preliminar efecutado por el enemigo. Solamente comprendieron al dia siguiente, por la completa ausencia del enemigo,, que habían quedado dueños absolutos del campo de batalla, asi mismo como fué solamente por algunos heridos peruanos encontrados en las cercanías de San Fransisco, el mismo dia 20, que supieron de la deserción en masa de las divisiones bolivianas y de que el ejercito peruano se retiraba en completo desorden hacia Tarapacá; siendo así que pudieron gozar inesperadamente de las ventajas de una gran victoria, sin haber hecho nada por obtenerla, y gracias unicamente a la incalificable conducta de aquellos mismos que tenian el deber de disputarsela.

A pesar de esto, el ejercito chileno, sabedor que a poca distancia se encontraba, no un ejercito, sino tres o cuatro mil soldados en desbandada, sin viveres, sin agua y abatidos, no dio un solo paso en su persecucion y los dejo retirasrse a Tarapacá y reconstituirse. Sin embargo, una consecuencia habría de darse, tras la retirada del ejercito peruano y su posterior desorganizacion, la ciudad de Iquique quedó sin guarnición y fue la tripulacion del blindado Cochrane, que a la sazón bloqueaba el puerto, la que la ocupó, tomando posesión de ella.

Quedaba en manos de la recien llegada reserva chilena, aprox. 4000 hombres, la persecución de los remanentes peruanos que se retiraban a Tarapacá, ahí habria de presentarse otra batalla.

06 noviembre 2007

De saqueo, robo y devolucion... (I)

Pasado algún tiempo de la devolución de mas de 3 mil volumenes a la Biblioteca Nacional del Perú es momento de recordar que más fue vejado en esa ocasion.

Lugar de cita para cuantos buscaban como ilustrarse o simplemente recrearse con la lectura de la innumerable cantidad de libros impresos y de manuscritos, la Biblioteca Nacional poseia desde los más triviales y comunes hasta los más raros ejemplares, quizá dificiles de conseguir en otras bibliotecas de otros paises más adelantados que el Perú.

El general Lagos destinó el local de la biblioteca para alojamiento de uno de los mas ignorantes pabellones chilenos, pero no eran solo éstos los que contribuirian a la destrucción de todo lo que existía y pertenecía al Perú, sino hasta los más ilustrados hicieron su misma labor, y entre todos ellos y las autoridades chilenas, destruyeron en un momento la obra de cultura, de civilizacion y de porgreso hecha en muchos años de paciente y costosisima labor.

El mismo director de la nueva biblioteca de Lima, formada años despues, don Ricardo Palma, pronunció el siguiente discurso el dia de su inauguración:
"...Los salones sirvieron durante muchos meses de cuadras para uno de los batallones y los libros esparcidos a los cuatros vientos de la tierra, fueron transportados a Chile, o vendidos a vil precio en los bodegones... La humanidad inflexible y severa en su justicia condenará siempre al hombre que manchó sus laureles de soldado para identificarse con el tristemente famoso Amrou, general del califa Omar, incendiario de la biblioteca de Alejandría."

Palma alude al citado general Lagos. Lynch culpa de este hecho y de otros muchos por el estilo a chilenos que no tenían carácter oficial, o que los llevaron a cabo sin autorización alguna; pero ellos no es del todo exacto. Cierto que algunos enviaron cuanto pudieron, no sólo libros, a Chile en los primeros momentos, aprovechando del desorden con que los vencedores tomaron posesión de las oficinas y edificios publicos; pero el resto, lo principal, lo más valioso, fue remitido oficialmente, ya a petición expresa del gobierno de Santiago, ya por oficiosidad del mismo Lynch.

Prueba de que gran parte de los volumenes y de los numerosos y valiosos manuscritos que la biblioteca de Lima tenía fueron enviados oficialmente, es que hoy enriquecen la biblioteca de Santiago, antes insignificante.

Pero no solo de libros se trató; el saqueo fue, lamentablemente, mucho más organizado...

02 noviembre 2007

Un dia como hoy, en Pisagua

Un dia como hoy, se inicio la fase terrestre de la Guerra del Pacifico, con el desembarco de Pisagua. Heroismo en la defensa, estupidez en la retirada.




Habiendo desaparecido con el Huáscar el único elemento de fuerza que el Perú tenia en el mar y quedando en consecuencia omnipotente la escuadra chilena, por falta de adversarios, Chile vio finalmente llegado el momento de proceder a la invasion del codiciado desierto peruano de Tarapacá. Despues de haber zarpado de Antofagasta el 28 de octubre, llegaba el 2 de noviembre a la rada de Pisagua una escuadra chilena de 19 buques sobre cuyos puentes viajaba un ejercito de mas de  diez mil hombres con todo lo necesario para la campaña. Un segundo ejercito de reserva, fuerte de 8 mil hombres esperaba en Antofagasta cualquier llamada.

Pisagua, una pequeña aldea de mil habitantes no estaba defendida mas que por dos cañones de 100 libras, montados en los dos extremos de la bahía y por cerca de novecientos soldados peruanos y bolivianos. Tras posicionarse durante la noche, a las 7 a.m. se iniciaron las hostilidades de la escuadra chilena contra los cañones de tierra y contra la guarnición, que desprovista de medios tanto ofensivos como defensivos esperaba impasible e impaciente el momento de entrar en acción contra las tropas de desembarco, que no se movieron hasta las 10 a.m. momento en el cual quedaron definitivamente callados los dos cañones defensivos de la ciudad. Tras esto nada o casi nada se oponia al desembarco del ejercito chileno, que fuerte de diez mil hombres y protegido por la artilleria de su escuadra, solo tenia al frente a novecientos hombres, ya diezmados por la metralla. Sin embargo titubeó; y no faltó mucho para que se decidiera a retroceder con el fin de buscar otro punto de desembarco en el cual estuviese seguro de no encontrar resistencia alguna. Al acercarse las chalupas que transportaban los primeros contingentes de tropas, la pequeña guarnición peruano-boliviana, reparandose como le fue posible en la estacion del ferrocarril y en los restos de Pisagua, así como tambien con los grandes montones de carbón y de sacos de salitre existentes cerca de la playa (en espera de su exportación) sostuvo durante algunas horas contra los invasores un nutrido fuego de artilleria que les impedia a éstos desembarcar.

Rechazados dos veces consecutivas, los chilenos se vieron obligados a volver al costado de sus buques a dejar muertos y heridos y tomar refuerzos. Sin embargo ocurrió una circunstacia casual y fortuita, algunas de las bombas y granadas que la escuadra chilena lanzaba cayeron en los grandes montones de carbón y de salitre que se incendiaron de repente y a su vez arrasando cuanto estaba a su alrededor; los defensores de la plaza, finalmente arrollados por las llamas, se vieron obligados a retirarse,  y los chilenos, protegidos por el humo que los ocultaba a los ojos del enemigo, pudieron por fin abordar a tierra.

Comenzó entonces una lucha cuerpo a cuerpo por entre las rocas que dominaban Pisagua. Estrechados por enemigos cada ves mas numerosos y avezados y amterallados sin descanso por la escuadra que hacía fuego sobre sus cabezas, los escasos soldados de la alianza se batieron como leones durante cinco horas, sin contar las tres precedentes al desembarco, hasta las 3 de la tarde cuando, amenzados con quedar envueltos por las divisiones chilenas, tuvieron que batirse en retirada hacia San Fransico.

La defensa de Pisagua, sostenida por un puñado de hombres durante mas de ocho horas, contra todo un ejercito y una poderosa escuadra, fue más que un acto de valor, fue casi heroísmo. Sin embargo, esta misma guarnición que en la imposible defensa de Pisagua supo llegar hasta el heroísmo, no supo mas tarde impedir en su retirada, que cayeran en manos del enemigo los muchos elementod de vida y de fuerza que debia destruir. Las mayores contrariedades con las cuales debía luchar el ejercito chileno en el árido desierto de Tarapacá, eran la falta de agua y las dificultades de locomoción; y fueron precisamente estos dos grandes elementos de vida y guerra que la imprevisora guarnición aliada regalaba al enemigo, en el momento de retirarse de Pisagua.

El camino de Tarapacá quedaba expedito...