09 diciembre 2007

Un dia como hoy, Ayacucho

Un día como hoy, se selló en los campos de Ayacucho, en Perú, el destino del imperio español en América del Sur. Con la capitulación del ejercito español se consolidaron como independientes las nacientes repúblicas sudamericanas. Todo eso es historia conocida, pero ¿que tan conocida es de verdad?.



No hace mucho tiempo yo consideraba la Batalla de Ayacucho como la mayoría de la gente en Latinoamérica la considera, ni mas ni menos que como esta escrita en la historia oficial de cada país. Nada mas lejos de mi realidad actual. Una muy buena amiga mía tenía que ser la que me pusiera en camino de descubrir la verdad de los hechos, su comentario en clase sobre la probabilidad de que la mencionada batalla haya sido una farsa (por el oleo de la capitulación y los términos de la capitulación en si, bastante generosos con los realistas) me puso produjo un ímpetu revisionista con respecto a la historia oficial, que finalmente me llevaría a encontrar pruebas mas palpables que una simple pintura.

Investigando un poco pude descubrir a algunos autores que defienden la tesis de que los jefes del ejército del Rey pactaron su propia derrota con los independentistas en la batalla de Ayacucho, desde un punto de vista diferente al que inicialmente me atrajo a la investigación, pero igualmente válido y mucho más probable de ser cierto.

El 9 de diciembre de 1824, en Ayacucho, el ejército del virrey La Serna era, sobre el papel, muy superior al de Sucre. Los realistas tenían casi el doble de hombres, 9310 contra 5170, más caballería, mil monturas contra seiscientas, y una abrumadora superioridad en artillería, 14 piezas frente a una sola. Sin embargo fueron rotundamente derrotados: los independentistas sufrieron 979 bajas entre muertos y heridos y, en cambio, causaron a los realistas 2.100 bajas entre muertos y heridos, y les hicieron 2.600 prisioneros, incluyendo a todos los jefes y oficiales: 15 generales, 16 coroneles y otros 552 oficiales, junto al mismísimo virrey.

Pero no se trató de una verdadera batalla, sino de una farsa sangrienta pactada de antemano.
Estos militares españoles eran liberales, no se identificaban con la monarquía absolutista que habían reinstaurado los cien mil hijos de San Luis. Además sabían que la causa realista estaba perdida en América. No recibían refuerzos desde hacía cuatro años, y su ejército se componía en un 95% de reclutas peruanos sin ninguna motivación para luchar por el Rey.

Los militares españoles en Ayacucho hubieran referido rendirse y no derramar una gota más de sangre por causa de un rey felón y tiránico. Una causa que, además, sabían perdida de antemano. Pero si se hubieran rendido no hubieran podido regresar a España, se les habría juzgado por traición y cobardía ante el enemigo. Por eso simularon plantar batalla, dejaron que algunos de aquellos desdichados peruanos murieran en una farsa sangrienta y después, con la coartada asegurada, se rindieron sin mayor dificultad.

El día de la batalla, a las nueve de la mañana, una hora y media antes de que comenzara la lucha, el general realista Juan Antonio Monet, liberal, acudió al campamento independentista y se reunió con varios jefes rebeldes. Después regresó al campamento realista. ¿Qué trataron en aquella reunión? La versión oficial es que Monet fue a proponerles la paz, pero como los rebeldes pusieron como condición la independencia no hubo acuerdo. La versión revisionista es que Monet fue a ofrecer la rendición de los realistas pero, eso sí, tras un simulacro de batalla.

Uno de esos indicios es que los términos de capitulación fueron extraordinariamente generosos con los oficiales realistas: se garantizaba su seguridad, se les pondría en libertad y si querían unirse al ejército peruano conservarían su rango y su salario.

Por otra parte, los oficiales españoles, a su regreso a Europa, no recibieron de Fernando VII ningún nombramiento ni alto cargo, desconfiaba de ellos por liberales. El general Monet, que llegó a ser en 1832 ministro en el gobierno liberal moderado de Cea Bermúdez, fue cesado del cargo por ser demasiado radical: ¿Cómo imaginar que alguien tan contrario al absolutismo estuviera dispuesto a luchar y morir en Ayacucho sólo para que Fernando VII tuviera más súbditos a los que sojuzgar?.



Centrándonos en la batalla en si, cuando esta se inicio los españoles bajaron del cerro para pelear en una situación mucho más desventajosa, ¿donde se ha visto eso?. Es más, observando el mapa de la batalla, y suponiendo que no sabemos a que bando pertenece cada despliegue...¿Cuál es el que tenía más oportunidades?. ¿El que es superior numéricamente, ocupa una posición privilegiada, y está en disposición de embolsar al otro por los flancos...o el otro?.

Cuesta creer que militares tan veteranos como La Serna y Canterac (participes de la guerra de la independencia española contra Napoleón, como también muchos generales "patriotas") se condujesen con tanta ineptitud, y que a pesar de su derrota consiguieran una capitulación tan generosa.

Finalmente, como indique en un principio, el oleo de la batalla de Ayacucho muestra a unos firmantes impecables y si no fuera por el titulo no se notaria que ha habido una batalla trascendental. Como opuesto se puede observar la pintura de la rendición mexicana en San Jacinto ante las fuerzas separatistas texanas de Samuel Houston.

los protagonistas (de la Batalla de Ayacucho) guardaron siempre un escrupuloso pacto de silencio y, por tanto, sólo podemos especular, aunque con poco riesgo de equivocarnos.

Fuentes:
- El Gran Capitán - Historia Militar.
- Wikipedia - Batalla de Ayacucho.
- Juan Carlos Losada - Batallas decisivas de la Historia de España.

08 diciembre 2007

La Inmaculada Concepcion y el 8 de diciembre

Hace poco recordé una entrada que lei hace algunos meses en un blog que siguo frecuentemente, y siendo hoy Dia de la Inmaculada Concepción he creido conveniente retratar aquí su peculiar historia.

Era 7 de Diciembre y el "Tercio de Zamora" a las ordenes del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla, durante la Guerra de Flandes, trataba de defenderla isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, en plena tierra de herejes, bloqueado por completo por la escuadra del Almirante holandes Holak. El bloqueo se estrechaba cada día más y se agotaron los víveres y las ropas secas. Son obligados a retroceder hasta verse atrapados en una pequeña porción de tierra completamente rodeada de agua.

El almirante Holak propuso entonces una rendición honrosa, pero la respuesta española fue clara: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos". Ante tal respuesta, Holak recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.

Los españoles se aprestaron a la defensa del sitio y comenzaron a cavar trincheras, en ese momento, uno de los soldados, mientras cavaba, halló un extraño objeto. Se trataba de una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. Todos quedaron muy sorprendidos con el hallazgo y colocando la imagen en un improvisado altar, rezaron a su alrededor y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada.

Entonces ocurrio el milagro, en horas de la madrugada del 8 de Diciembre, un viento completamente inusual e intensamente frío hizo que las aguas del río Mosa se helaran completamente. Los soldados españoles no lo dudaron un instante y marchando sobre el hielo atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer, aprovechando que los holandeses aún dormían.

El tercio de Zamora logró destruir 10 navíos y hacer una gran cantidad de prisioneros. Obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Holak llegó a decir:
"Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro".

Desde aquella fecha, la Inmaculada Concepción es patrona de los tercios españoles y posteriormente de la infanteria. Este patronazgo se consolidaría después que en la bula "Ineffabilis Deus" del 8 de diciembre de 1854, se proclamase como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima y también es una de las razones por las que el 8 de Diciembre es el día de la Inmaculada Concepción.

Fuentes:
- Historias con Historia, "Tal parece que Dios es español".
- Wikipedia, "Milagro de Empel".


07 diciembre 2007

"Sólo el APRA salvará al Perú" (II)

Desenlace trágico de los sucesos ocurridos en Huaraz debido al levantamiento aprista de 1932.

El Ejercito atacó Huaraz a las tres de la tarde del lunes 19. Doce días habían transcurrido desde que la revolución estallara en Trujillo y para entonces el mayor López Mindreau sabía ya que el suyo había sido un paso en falso. Los rebeldes del Callejón de Huaylas no tenían noticias de de la fuerza aprista que había huido a las montañas; pero la aviación había arrojado volantes y periódicos trujillanos sobre Huaraz, de modo que se difundió así la suerte adversa del movimiento. López Mindreau no podía rendirse. La capitulación no entraba en las reglas impuestas por Sánchez Cerro desde el comienzo de su mandato, sólo el paredón. Organizó, pues, la defensa de Huaraz como quien tira los dados por última vez. Si rechazaban el ataque, otras tropas volverían a la carga. Eso tal vez, les daría tiempo de huir.

Del otro lado, las perspectivas eran distintas. "Ayer llegué a Callán con todo el destacamento y pude darme cuenta de que el triunfo era nuestro", escribió el teniente Alfonso Llosa, "pues el espíritu de nuestros oficiales, de la tropa y de la Guardia Civil era excelente..." Y luego: "Desde que llegamos a Callán se acercó a nosotros gran cantidad de indígenas que formaron militarmente, ofreciendo sus servicios para restablecer el orden. Debo hacer presente la forma encomiable como han cooperado estos hombres, sirviendo de conductores a nuestra impedimenta, como arrieros y guías sobre todo. En su condición de agentes de enlace han prestado útiles servicios, por lo que estamos muy agradecidos."

"Las tropas iniciaron su ataque, lanzándose hacia sus posiciones de asalto y comenzando el descenso a las 3:30 pm. A las 5:30 pm. se abrieron los fuegos de parte de nuestros elementos de avanzada, siendo contestados por disparos de los apristas, quienes al mismo tiempo, lanzaron petardos de dinamita para volar el puente, obteniendo solo deteriorarlo ligeramente."

Pese al fracaso sufrido por los rebeldes, que no pudieron destruir el puente, el combate continuo con creciente intensidad desde ambas riberas. El mayor Lazo, que comandaba las tropas, ante la imposibilidad de atravesar el puente, defendido con una intensa fusilería, despachó dos compañías con la misión de vadear el río en un punto situado a tres kilómetros de distancia, con el propósito de atacar de flanco a los rebeldes. Pero una hora después de haber enviado a los soldados del 3ero de Infantería, un enlace anunció que habían sido detenidos por los apristas. No había forma de cruzar el río.

A las diez de la noche, un subteniente armado de una ametralladora y acompañado de una sección, se lanzó a través del río, logró vadearlo y cayó de sorpresa sobre la retaguardia de los rebeldes. Al mismo tiempo, el alférez de la Guardia Civil, Rafael Serrano, en un arranque casi suicida, cruzó el puente disparando rabiosamente su revólver. Sus hombres, enardecidos por el ejemplo, lo siguieron. Cogidos así entre dos frentes, los apristas huyeron hacia la ciudad.

Media hora después, las tropas entraban en Huaraz. hubo un intenso tiroteo en las calles, pero a la medianoche los rebeldes habían desaparecido. En efecto, el mayor López Mindreau había tomado de rehenes al prefecto, al subprefecto y a otros trece prisioneros políticos que estaban en la cárcel. Con ellos y medio centenar de revoltosos, huyó hacia Yungay. Pero allí también la resistencia se desmoronó y los apristas dejaron en libertad a sus rehenes y se escondieron en las haciendas.

Al día siguiente el mayor Lazo dispuso una edición extraordinaria de "El Departamento" dando a conocer "Los Crímenes del APRA" y organizó una búsqueda de los fugitivos. Las comunidades ofrecieron su cooperación en esta cacería humana, así como los civiles partidarios de Sanchéz Cerro a quienes se proporcionó armas. A las 4 de la tarde, malherido, el mayor López Mindreau fue capturado en la hacienda Canyasbamba por una partida de estos voluntarios.

Toda resistencia había terminado antes de que se cumpliera 48 horas del ataque del Ejercito. Se daría paso a los juicios y sentencias.

A la medianoche del 4 de agosto se reunió la Corte Marcial de Huaraz. Dos horas y media después, todos los encausados menos cinco, fueron a escuchar sentencia. Estos cinco eran los condenados a muerte que estaban en poder del Gobierno, ya habían sido informados de su suerte hacía un rato: serían fusilados al amanecer.

De los condenados a muerte, el doctor Phillips dijo que deseaba hacer un testamento en el cual escribió: "Mas que bienes materiales dejo a mi esposa e hijos los votos que mi muerte sea un augurio del porvenir. No tengo otro delito que mi ideología aprista, a la que no renuncio ni en estos momentos supremos. Quiero que mi cadáver sea incinerado y que mis cenizas se depositen en un frasco que tenga como leyenda mi nombre y la frase "Solo el APRA salvará al Perú". Este frasco deberá guardarse en el local del Comité Aprista de Huaraz cuando pueda funcionar".
El cabo Torres pidió autorización para contraer matrimonio con su conviviente. La Corte le otorgó el permiso. Una sección salio a buscar a la pobre mujer. La llevaron juntó a él y lloró. Tenían un hijo.
El mayor López Mindreau permanecía en el hospital de Belén. Tenía cuatro costillas fracturadas, un desgarramiento de la pleura y hemorragia interna. no pestañeo al saber que lo iban a ejecutar. Hacía algunas horas que estaba muriendo. Dictó débilmente su testamento y comulgó ayudado por las religiosas del hospital.

Llegada la hora de la ejecución el triste cortejo salio de la iglesia. El frío era intenso, pero varios centenares de personas se habían reunido para ver pasar a los condenados. Llevaban en una camilla al mayor López Mindreau. Quiseron pararlo en el paredón pero el vacilante militar se desplomó. Estaba casi agonizando y tuvo que ser sentado cerca del sitio reservado para su ejecución. Los cuatro restantes se tomaron de las manos y avanzaron así al paredón. Phillips dio vivas al APRA y el cabo Torres pidió a los soldados que apuntaran bien.

El alférez que dirgía la ejecución se llevó la mano derecha al quepís, saludando militarmente al mayor López Mindreau. Luego gritó: "¡Fuego!". El mayor López Mindreau dio una voltereta, las balas le habían destrozado la cabeza, los otros se desplomaron, todavía con los brazos entrelazados. El alférez les descargó el tiro de gracia.

Una hora después empezó la pugna de los familiares con las autoridades para que les fuesen entregados los cadáveres. el Ejercito se encargó del sepelio del mayor López Mindreau y del teniente Soto. El cabo Torres fue enterrado gracias a una colecta hecha entre la tropa de Huaraz. Phillips y el español Alonso fueron sepultados en Huaraz.

Ese sería el triste final de la rebelión aprista en Huaraz, 1932. Pero ese año aún no había terminado, y aun quedaba una de las grandes ciudades del norte, también bastión aprista. Pero Cajamarca tendría su propia historia.


*Basado en: "El año de la barbarie, Perú 1932" - Guillermo Thorndike

06 diciembre 2007

"Sólo el APRA salvará al Perú" (I)

Una breve historia alrededor de esta frase y de los desdichados sucesos ocurridos alrededor de los diez primeros años de vida del partido politico más tradicional del Perú: El APRA.

Corria el año de 1932, hace no mucho tiempo que el dictador Augusto B. Leguía había sufrido un golpe de estado derribandolo del poder, postrandolo en la cama de un hospital militar donde pronto la muerte lo encontraría. Su golpista, Luis Sanchez Cerro se haría con el poder tras ganar discutiblemente las elecciones siguientes derrotando al candidato aprista y fundador del partido, Victor Raúl Haya de la Torre. Pronto el descontento aprista se haría sentir, especialmente en el norte del Perú.

Poco mas de una semana habia durado la revolución de Trujillo, desde el 6 de julio, y las fuerzas apristas se batían en retirada de su sitiada ciudad, no habían podido capturar el puerto de Salaverry ni el material bélico que ahí se encontraba, más aún, no habían podido obtener un pronunciamiento favorable del resto de ciudades a tiempo y los actos violentos perpetrados contra la guarnición militar cautiva derivó en una enérgica reacción de las tropas oficiales, que avanzaban desde Lima, dispuestas a aplastar la rebelión. Pero las noticias no llegaban a tiempo al resto del país.

El día miércoles 13 de julio, el mayor Raul López Mindreau recibió la confirmación que estaba esperando: había estallado la revolución en Trujillo y los apristas, en un violento combate librado en La Floresta, habían derrotado a las tropas enviadas desde Lima. López Mindreau era jefe provincial de Cajabamba y se encontraba en Huaraz para dirigir la sublevación. Se puso en contacto con los apristas locales: esa noche se sublevarían plegándose al movimiento de Trujillo. El plan era sencillo: capturar por sorpresa a las autoridades con el concurso de alguna tropa de la Guardia Civil, organizar en el rio la defensa de Huaraz y conseguir el pronunciamiento favorable de los pueblos del Callejón de Huaylas. Más tarde uniría sus fuerzas con las victoriosas huestes apristas de la costa. López Mindreau estaba seguro del éxito, no tenía ni la más remota sospecha que en ese momento deponían toda lucha los últimos focos de resistencia aprista en Trujillo.

En la madrugada del jueves, el mayor López Mindreau capturó un déposito de la Comandancia y vistió de soldados a sesenta apristas. Sublevó luego a la Guardia Civil, arrestó a todas las autoridades, armó con fusiles a un centenar de los suyos y al romper el día. Huaraz supo que hasta allí había llegado la revolución. No se había disparado un tiro.

López Mindreau esperaba que su pronuncimiento arrastrara a otras guarniciones a la rebelión. Imaginaba que los apristas se habían hecho fuertes en Cajamarca y La Libertad, con lo que la Primera Division del Ejercito quedaba separada totalmente de Lima. Controlando el Callejón de Huaylas, él podía enviar un pequeño ejercito a la costa y llevar la insurrección casi a las mismas puertas de Lima. Pero el militar no contaba con el derrumbe aprista en Trujillo, la efectividad de la aviación, que entraba en acción por primera vez en el Perú, y con la decisión de Sánchez Cerro de defenderse a cualquier precio. A la mañana siguiente, cuando, dueño de Huaraz, el mayor López Mindreau se sentía victorioso, las noticias llegaron a la Costa y se impartían ya las ordenes para combatir la nueva rebelión. La suerte del desafortunado oficial estaba echada.

Las tropas desembarcadas por el "Perené" marcharon de Casma a Punta Callán sin ser hostilizadas por los revolucionarios de López Mindreau. Soldados y guardias civiles integraban esa pequeña fuerza que debía aplastar la rebelión en el Callejon de Huaylas. Los campesinos ayudaron a las tropas, sirviendoles de guías y cargadores. Entretanto los pueblos de Caraz y Yungay se habían pronunciado a favor del movimiento y el mayor López Mindreau controlaba completamente la ciudad de Huaraz, donde se había apoderado de todos los servicios y hecho encarcelar a las autoridades. Pero estaba incomunicado del resto del país.

*Basado en: "El año de la barbarie, Perú 1932" - Guillermo Thorndike

27 noviembre 2007

Un dia como hoy, Tarapacá

Un día como hoy, en el marco de la Guerra del Pacifico, se llevó a cabo, quizá, el primer enfrentamiento formal entre la infantería peruana y la chilena. Tras varias horas de incesante lucha el ejercito peruano logró una intrascendente victoria, la única que cuenta el Perú en el curso de la guerra, sobre su similar chileno.

Luego de la batalla de San Francisco, el ejercito chileno permaneció inactivo, como si estuviese clavado en sus posiciones, por espacio de cuatro días. El estado mayor chileno no salio de su inacción sino hasta la mañana del 24 de noviembre, enviando una pequeña fuerza de caballería e infantería a Tarapacá y sabiendo que el enemigo se encontraba provisionalmente acampado allí, en tan deplorables condiciones que hacen suponer que, incapaz de batirse, se habría necesariamente rendido ante la simple cercanía de una división enemiga por débil que fuese; su primera idea fue la de adelantarse inmediatamente e intimarle a la rendición.
Después, escuchando consejo más prudente, decidieron esperar -antes de intentar la empresa- los refuerzos que diligentemente pidieron y obtuvieron del cuartel general; y al amanecer del 27, con la completa confianza de hacer prisionero al enemigo sin disparar un tiro, se presentaron los chilenos sobre las alturas que dominaban la pequeña aldea de Tarapacá. Sus fuerzas los hacían ascender a casi 4 mil hombres, entre caballería e infantería, y ocho cañones.

En cuanto a los peruanos, no pasaban de 5 mil, de los cuales cerca de 3 600 se encontraban en la aldea misma de Tarapacá, y 1 400, a unos 45 km más allá, en Pachica, en marcha para Arica (estas fuerzas tardarían 6 horas en llegar al campo de batalla); de manera que las primeras seis horas del combate, comenzado cerca de las 9 de la mañana, fueron sostenidas únicamente por los 3 600 hombres que se hallaban en Tarapacá.

"El general Buendía llegó a contar en Tarapacá casi 5 mil hombres.... Tan lejos estaban de pensar que serían perseguidos, que el mismo día 26 mandó el General Buendía que marchasen adelante, por el camino de Arica, dos destacamentos de unos 1 400 hombres, y él quedó en Tarapacá con otros 3 600 que necesitaban aún una noche mas de descanso. Allí durmieron como en los días de mas perfecta paz, sin siquiera colocar centinelas avanzadas en los alrededores y sin sospechar que el enemigo se hallaba en las inmediaciones."(1)

En dirección a Arica, donde principalmente los empujaba la falta de vituallas, el hambre que los consumía desde hace días, los peruanos se habían detenido en Tarapacá con el solo objeto de hallar un poco de reposo mientras esperaban la quinta división de Iquique para entrar reunidos en Arica. Esta división, había llegado a Tarapacá, rendida y fatigada, la mañana del 26 y para concederle un día de reposo, se hizo salir adelante a una división de 1 400 hombres (la que se encontraba en Pachica cuando la batalla hizo erupción), aplazando la salida del resto del ejercito para las últimas horas del 27. Por consiguiente, esa mañana (la del 27), el pequeño ejercito del Perú se encontraba en la más completa desorganización, nadie pensaba en el enemigo que dejaban a sus espaldas, vivían en el mayor olvido de todo, sin avanzadas, sin patrullas y sin tener siquiera un centinela que pudiera avisarles de su llegada, como efectivamente sucedió en las primeras horas del 27, casi las 9 de la mañana, y la terrible Batalla de Tarapacá, estaba por comenzar.

El soldado peruano probó una ves más en la sangrienta lucha de Tarapacá, como en los tiempos de la guerra de la independencia, sus excelentes cualidades personales y lo mucho que se podría conseguir si tuviese una buena oficialidad. Sorprendido por el enemigo cuando menos se lo esperaba, casi encerrado en un foso sin salida, y cuando por sus excepcionales condiciones del momento, material como moralmente pues debía encontrarse tan débil de ánimo como de cuerpo, supo, no solamente salir del foso para ponerse enfrente del enemigo que lo dominaba y fusilaba a discreción, sino también combatir valerosamente durante largas horas y conseguir una victoria tan espléndida como inesperada.

Para obtener esto, no pudo contar más que con su valor personal, sostenido apenas por el ejemplo y la voz de un pequeño número de buenos oficiales. Sin artillería y sin caballería, de las que el enemigo estaba bien provisto, y sin plan de batalla (2), fue a buscar al enemigo hasta dentro de sus mismas posiciones, defendidas por ocho buenos cañones y por la geografía del terreno, y luchando cuerpo a cuerpo le tomó sus cañones y sus banderas, lo desalojó de sus posiciones y lo hizo retroceder varias millas en completa derrota. Es más, durante el desarrollo de la batalla, una división chilena se dirigió hacia el pueblo de Tarapacá, que estaba defendido por el batallón Guardias de Arequipa y la columna boliviana Loa (único contingente boliviano que quedaba tras la deserción de San Francisco), los cuales, tras una encarnizada lucha casa por casa, la rechazó y derrotó.

Sin embargo esta victoria, la única que cuenta el Perú en el curso de la guerra, no pudo en modo alguno mejorar la suerte en que se hallaba empeñada. La situación, después del triunfo, era aún más desesperada que antes; aún prescindiendo de la imposibilidad de mantenerse en Tarapacá sin vivieres, si el enemigo volvía al ataque, lo que era seguro teniendo en el próximo campo de Dolores cerca de 7 mil hombres, no hubiera podido responder a sus fuegos, ni aún con un solo disparo. Por consiguiente, el ejercito vencedor se vio obligado a continuar sin demora su marcha hacia Arica; mientras los desintegrados batallones chilenos, temerosos de ser atacados al amanecer, se alejaban a toda prisa del último campo de batalla, las victoriosas fuerzas peruanas, después de haber escondido bajo la arena los cañones tomados al enemigo que por falta de transporte no podían llevarse consigo, se ponían lentamente en camino, tristes y hambrientos en dirección a Arica.

Quedando dueño del desierto de Tarapacá, la posesión de cuyas fabulosas riquezas era desde hace tanto tiempo su sueño dorado, Chile se lanzó sobre ellas con toda la ansia de una inveterada codicia prodigiosamente crecida con el transcurso del tiempo. Se instaló en aquel territorio como en su casa; y a la par que los productos aduaneros, hizo suyos también todos los del salitre y el guano.

"No solo treparon sus soldados las fraguosas cuestas de los cerros, sino que arrollaron en tres embestidas sucesivas a los destacamentos más selectos del Ejército Chileno, conformado por jinetes, artilleros e infantes con lo último del armamento moderno. En diez horas de lucha incesante, y con tropas semidescalzas, integradas únicamente por infantería, los nuestros le causaron 852 bajas al enemigo, le tomaron 60 prisioneros y le capturaron 8 cañones. En esa batalla pelearon Cáceres, Bolognesi y Alfonso Ugarte, y fue el soldado arequipeño Mariano de los Santos, quien arrebata el estandarte del regimiento 4to de Linea chileno.
Mientras nuestras tropas se batían en el sur, abandonadas a su suerte por el Gobierno, no faltaban "patriotas", que a la hora de la prueba, corrieron a las legaciones extranjeras, acordándose que eran descendientes de europeos. Muchos de estos "extranjeros" ocuparían cargos públicos importantes acabada la guerra. Pero durante la misma cerraron la bolsa, sabotearon al Ejército y colaboraron con el enemigo. El Perú jamás fue para estos una Patria, sino tan solo un Patrimonio que se compra, vende o enajena. Por eso jamás comprendieron la Gesta de Cáceres desde Tarapacá hasta la Breña."(3)

(1) Barros Arana, Historia de la Guerra del Pacifico, pág. 171.
(2) Los peruanos, que carecían de sistema de vigilancia, fueron alertados por dos arrieros que casualmente se toparon con las columnas chilenas a distancia. Tan pronto tuvo noticia de esto, el coronel Cáceres mando tocar diana y organizó un consejo de guerra. En virtud que se carecía de un plan de contingencia para responder a aquella emergencia y tomando en cuenta lo precario de su posición Cáceres comprendió que sólo actuando decidida y rápidamente podría hacer frente a los chilenos con posibilidades de éxito.
(3) Carta de Abelardo Gamarra, veterano de la Breña, a Gonzales Prada.

26 noviembre 2007

De saqueo, robo y devolucion... (II)

Leyendo un post sobre la devolución de los libros y de las acciones a seguir ahora creo que es conveniente recordar que no solo de libros se trató el saqueo organizado que sufrió Lima, y el Perú en general, tras la desgraciada guerra del 79.

La antigua "Escuela de artes y oficios" de Lima, era un establecimiento de enseñanza técnica industrial que honraba a Sudamérica, no sólo al Perú.

En ese establecimiento, clausurado a consecuencia de la declaratoria de guerra y que estaba montado con máquinas modernas de toda especie, se fundieron casi todos los cañones de campaña que sirivieron para la defensa de Lima y para la resistencia armada en el centro y sur de la república, despues de la ocupación de la capital; circunstancia que prueba, por sí sola, la importancia de las diferentes secciones de la escuela. Pues bien, para que no quedara en pie un establecimiento que más tarde podía servir en la tarea de reorganización y progreso del país, se ordenó el desarme de las máquinas, la remisión a Chile de éstas y de todos los útiles y herramientas que existian, el saqueo del mobiliario y demás objetos que aún habían: el edificio quedó reducido a escombros.

El gobierno peruano poseía en Bellavista una gran factoría, cuya sección de modelos, simplemente, estaba valuada en dos millones de soles. su importancia era tal, que hasta de otros paises sudamericanos, inclusive Chile, encargaban numerosas y dificilísimas obras, con bastante frecuencia, al establecimeinto. Algún tiempo batalló el cuartel general entre dejar en pie la factoría, aprovechando de sus ingresos y servicios para obras nuevas y reparaciones de importancia, o mandarla a hacer compañia a las maquinas de la "Escuela de artes y oficios"; pero al fin venció la codicia, y la factoría integra fue trasladado a Santiago.

¿Algo habría de quedar? Sí, algó quedó; pero fue porque no pudo ser trasladado a Satiago o Valparaíso: la Universidad San Marcos, cuyos catedráticos dieron la mayor prueba de abnegación, desinterés y patriotismo, continuando en la noble tarea de dictar los cursos que tenían a su cargo, sin remuneración alguna, durante todo el tiempo de la ocupación. Pero nada habría de quedar incólume de la Universidad, ¡Imposible!. La facultad de medicina tenía un valioso gabinete de física, elemento de que carecía la universidad de Satiago, entonces hubo de ser remitido a Chile y allí aún debe permanecer.

Lamentablemente el arte no se salvo de tal expoliación, en el piso alto del Palacio de la Exposición y en análogo piso de la Biblioteca Nacional, estaban distribuidos el Museo y la Galería de pinturas. Uno y otro fueron remitidos a Chile, excepción hecha de la colección de retratos de virreyes, que fue trasladada al palacio de gobierno, y allí quedó. Psteriormente, y gracias a gestiones reiteradas, el gobierno chileno devolvió al del Perú el magnífico lienzo "Los Funerales de Atahualpa", obra del pintor peruano Montero.

La Exposición Nacional era un bellísimo paseo público que contaba con una buena colección zoológica y muchísimos objetos de arte y de valor, pruebas palpables del adelanto artístico e industrial del Perú. La parta alta del Palacio encerraba, también, riquísimas colecciones de diferentes clases, cuyo precio era incalculable. Cuanto de bueno, de bello, de útil, de valioso se halló allí, fue remitido a Chile, y lo que no pudo ser enviado, fue destruido sin compasión. Los parques de la Exposicion fueron arrasados, los caballos de las tropas chilenas pastaron en ellos.

"... llegó, sin emargo, a mi conocimiento que una cantidad considerable de aquellos objetos se hallaba guardada en bodegas y lugares ocultos pero que no me fue dificil descubrir, y ordené a la jefatura que los tomara e hiciera el correspondiente inventario. Accediendo a los reiterados pedidos que se me habían hecho desde Chile, resolví remitirlos a disposición del señor intendente y comandante general de armas de Valparaíso, dejando aquellos en cuyo embalaje y conducción no valía la pena de gastar.

El 20 de octubre (1881) envié por el vapor Chile la primera remesa de catorce cajones, y en 25 del mismo mes, por el Angamos, la segunda, compuesta de venticuatro bultos y varias piezas de mármol y de fierro. La tercera fue directamente a disposición de US. (el ministro de guerra y marina de Chile), por el transporte Amazonas, el 14 de diciembre, acompañada de una minuta en que se anotaba el contenido de doscientos veinte cajones, consistentes, en su mayor parte, en estatuas, figuras y jarrones, algunos rotos por haber permanecido largo tiempo aglomerados y en desorden..." (1)

"Muchos de los objetos pertenecientes al estado (Perú), entre ellos: un gabinete de física de la escuela de medicina; útiles, tipos y máquinas de la imprenta de El Peruano; biblioteca; mobiliarios y otros valiosos artículos habían sido ya remitidos a Chile, por orden de particulares (a la llegada de Lynch a Lima)...

...Según los principios del derecho internacional, el gobierno de Chile como bélico ocupante de estos territorios, tiene derecho a apropiarse de los bienes del enemigo y a percibir sus productos o valores de arrendamiento." (2)

Fue tal el nivel de la obra devastadora de Chile, que el gobierno de aquella república se vio obligado a decir al contralmirante Lynch, el 3 y el 4 de noviembre (1881):

"No permita US. que se deshagan obras que pueden servir a nuestro ejercito y que aquí serían inútiles. Los monumentos públicos deben ser respetados."

Merced a esta última imperativa se salvaron: la estatua de Colón, el monumento conmemorativo del 2 de mayo de 1866, la alameda de los descalzos, la estatua ecuestre de Bolívar y otros monumentos y paseos que ya estaban en vísperas de ser enviados a Chile, unos, y de ser destruidos otros.

(1) Segunda memoria de Lynch, tomo I, pág. 51 y 52.

(2) Primera memoria de Lynch, pág.148.